Entre irse y quedarse duda el día,
enamorado de su transparencia.
La tarde circular es ya bahía:
en su quieto vaivén se mece el mundo.
Todo es visible y todo es elusivo,
todo está cerca y todo es intocable.
Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz
reposan a la sombra de sus nombres.
Latir del tiempo que en mi sien repite
la misma terca sílaba de sangre.
La luz hace del muro indiferente
un espectral teatro de reflejos.
En el centro de un ojo me descubro;
no me mira, me miro en su mirada.
Se disipa el instante. Sin moverme,
yo me quedo y me voy: soy una pausa.
Octavio Paz.
Y es así como retomamos el camino, nos vamos... nos quedamos, pero siempre permanecemos. Hoy, tal como lo canta el señor Paz, el instante disipado nos agarra quietos, hoy, nos quedamos, y la pausa termina.
Cada día se agregan más colaboradores, cada artículo aquí mostrado sigue los pasos del interés que a todos nos ocupa: La noche y sus creaturas de las sombras.
Aquí comienza el nuevo camino, y regresamos sin pausas en la sangre.
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